Una terraza lejana como los tambores,
de esas que dan al mar
como por casualidad.
Música de máquina y un viento
que hace que las olas...
del enfurecido y bravío mar azul,
salpiquen las ventanas.
Un café y tú, en el otro lado de la mesa,
y el móvil en casa, olvidado…
Sólo tú y yo, frente a frente,
solos, pero sin peligro.
Tú, yo, y un café... ¿hay quien dé más?
Imposible, ¿verdad?
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