Mi madre, buena gente ella, tenía una prima, más o menos de su edad y con un hijo de la mía. A veces venía a verla y se contaban todo, y hablaban de lo que habían pasado, y acababan llorando entre recuerdos como algo que se convirtió en habitual, y a mi me hacía mucha gracia, porque después terminaban riendo, como si la vida hubiese dado la vuelta a la tortilla, así de golpe. Entrañables mi madre y su prima…
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