En mi rosal, medio sombreado por el pino,
hay una rosa blanca que se resiste a fenecer,
y a mi me da la impresión de que me espera,
cada fin de semana, cuando vengo a hacer el paseo
del recuerdo y la nostalgia de mis padres.
A veces creo que es su espíritu,
qué mejor forma y aroma que una rosa blanca,
qué mejor símbolo de pureza, tal como eran ellos,
así de blancos, así de bellos, así de buenos…
Mi casa, mi patio, mis padres, mis rosas blancas,
el pino… secuencias imborrables de mi vida.
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