Parece que al final la suerte me encontró,
y yo que creía que mi fortuna consistía
en haber esquivado aprecios y desprecios,
facilidades e imposibles, lánguidas caídas de ojos,
y ojos que nunca me miraron…
Un día, allá por los olvidos,
en un tren que no llegaba nunca,
unos ojos, que no iban de caza, me cazaron,
como sin querer queriendo, y me tocó la dicha…
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