Y al abrir los ojos, tú me mirabas en silencio, hacía rato,
debías estar comprobando cómo duerme la felicidad...
y cuánto le duele no haber despertado antes, a la luz de tu sonrisa.
Nos miramos despiertos, lentamente, sin decir nada,
sólo sonrisas que acaban en beso, y en otro, y otro más,
y después, un buenos días, perfecto, diáfano, verdad,
con un buen café claro, a la altura…
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