Un Magnum de chocolate,
una terraza al aire libre,
y de música sólo el vaivén
de las olas que, en su indefinición,
no se sabe si vienen o van.
Un paseo del brazo contigo,
por la brisa y por la noche,
aquí un silencio, allá un suspiro,
de alivio y de respeto,
y sobretodo y más que nada...
de agradecimiento.
Y llegar a casa...
como siendo portadores
de valores infinitos,
y gozarnos viendo...
como, al mismo tiempo,
estallan luces mágicas.
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