Nunca me gustaron los muebles de lujo,
las chicas de escaparate,
las niñas de porcelana, las princesas...
por llamarlas de alguna manera,
que no les gusta… a las princesas.
De mi brazo, siempre me gustó llevar
a una mujer de verdad,
con la que se pueda hablar de todo,
y decidir a dúo los caminos
inescrutables de la vida…
No soy ningún figurín, claro,
sólo me enamoro de las inteligencias varias,
las de la Teresa, por ejemplo…
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