En las diferentes ciudades que hemos estado, se vive la tarde-noche de luces y tapas, vinos y sonrisas, grupos de amigos cantando al son de algún vino de más, familias que van de tapas y luego ya no cenan, curiosos como nosotros que, después de algunas vueltas por los sagrados lugares del placer, nos gustaría gozar de una buena silla y una buena mesa y lo máximo que conseguimos es un alto taburete, en una mesa aún más alta, que no son precisamente cómodas, pero la gente vive de pie y va de bar en bar degustando feliz y contenta… y me encanta.
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