Suele apetecerme lo no habitual, aunque sin desmerecer las esencias… Si yo fuera un hombre de montaña, estaría encantado entre los verdes y nieves, y tendría el rostro rojizo salido entre fríos, reconfortado por el fuego de leña y hogar. Pero, posiblemente, me apetecería ver el mar, el mar sí, el horizonte infinito, las olas, quisiera sentir el olor de la sal, oír las gaviotas, escuchar el chasquido de las aguas en su abrazo efusivo con las rocas… Dicen que hay buenos momentos para todo, gocémoslos…
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