Pues sí, me interesó, me interesé,
pregunté quién era, qué hacía, y no dije nada,
pero no dejé de escrutar las voces de proximidad,
familia y amigos, vecinos...
incluso alguna de esas casamenteras
en plan trotaconventos de la Edad Media,
me contaban maravillas, casi sin pedirlas,
todos me decían que éramos caracteres afines,
que nuestro destino parecía escrito,
que estábamos hechos el uno para el otro, mejor la otra,
no, no costó nada, parece ser que todos tenían razón...
¡Felicidades!
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