Ya saben, un río nervioso, rodando cantos
y complementando los ruidos del bosque.
La casa de madera, como llovida del cielo,
y colocada entre un chopo inmenso
y un desagüe con ánades y gaviotas
que anuncian la proximidad del mar.
El típico bar de los artistas,
cuyo brillo esconde el humo,
huele a cerrado y a aguardiente,
y pese a todo, el genio brota espontáneo
y el poeta recita, y un violín no se contiene
y acompaña, belleza, arte…
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