Era un hombre sabio,
los saberes lo embellecían,
y la bondad lo bendecía.
Su voz nítida de buen timbre,
llegaba como rocío
para todos los que lo gozábamos.
Su humildad y su paciencia,
adornaban, aún más,
aquella entrega que nos cautivaba.
Era un hombre bueno y un buen hombre,
tenía una sencillez con luz,
y nosotros, sus alumnos,
ávidos de saberes y de complicidades,
lo adorábamos… era nuestro “ profe”,
un hombre mágico y, al mismo tiempo,
un ser extremadamente humano...
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