Paseando mi tranquilidad, cerca del mar, me cruzo con un matrimonio, muy joven, con un carrito en el que llevan una preciosa niña rubia. El espectáculo que debería ser edificante, es un poco deprimente… El chico, apuesto mozo él, habla casi a gritos por el móvil, ella, proporcionada y angelical criatura, habla también por su móvil, y sonríe y gesticula suavidades, y la niña, un encanto de ojos azules, juega con una maquinita que hace mil ruidos, bastante patéticos. Quizá, cuando lleguen a casa, celebren el encuentro... ahora se ignoran.
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