Ya no hace falta que te invente...
y que después dirija tus quehaceres mágicos,
dando luz a las noches sin luna.
Ahora te veo, estás aquí, porque quieres y quiero,
y te miro y descanso y reposo, y me alivio...
como aquel que alcanzó la calma y el sosiego suficiente
como para beber tu paz, sin extasiarte,
sin anhelar inventos, con la imaginación de vacaciones.
Ahora te veo y vivo a sorbos...
el dorado sueño hecho realidad.
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