Antes de tener un perro, tuvimos un gato, especial, cariñoso, muy sociable. Tenía sus espacios, los utilizaba correctamente y le dábamos libertad para andar por la terraza, hasta que, un día, reparó en una jaula de canarios que había en la terraza vecina... y le venció la tentación. Cuántas veces, teniéndolo todo, la codicia te endurece el alma... y te zampas todos los canarios del vecino.
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