Allá donde ya no hay caminos
y solo resisten los árboles más fornidos,
buscaré una rama, firme y protectora,
y, a luz de la luna, montaré un nido,
cerca de los espacios inhabitables,
por donde sólo circulan los llamados,
sin razón, corazones indomables,
como si vivir en verde y entre trinos,
baños huracanados de inclemencias,
y aullidos… fuera un crimen.
Allá, donde para ir,
uno tiene que saber a dónde va…
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