Quién supiera escribir, quién fuera un buen poeta,
para escribir en las hojas de una encina centenaria
los versos que les podrían llover…
a los amantes que se cobijan en ella.
Serían palabras de amor con músicas del alma,
sonrisas vocales que contendrían los más emotivos latidos,
que fluyen de los corazones que aman sin límites,
generosos, muy persistentes…
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