Me gusta el hablar de los silencios,
el habitual deambular de la afinidad,
el ruido parsimonioso de las olas del mar
que es música de acordes de viento a la sal.
Me gustan todas las miradas explicativas,
los gestos que son automáticos,
los ambientes que la propia existencia
ha familiarizado y ha bendecido.
Me gusta la sonrisa fácil, tierna, cómplice,
que se traslada rauda a los ojos
porque sale limpia del alma...
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