La joven en edad de merecer, aquella que decían los antiguos que era poco fiestera y poco aparentadora, y aún menos ventanera, y que incluso mi santa abuela diría que era blanquísima como la leche, como síntoma de que era de buena familia acaudalada y, por tanto, no iba expuesta por los nocivos soles de los campos del trabajo diario… No sé si también se refería a la blancura de su alma, pero el caso es que la joven debía de ser una auténtica maravilla, un gran sol.
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