Por favor calla, si no tienes algo que supere el silencio...
Déjame escuchar la voz callada del río,
el suave silbido del viento haciendo crujir las hojas de la encina.
Déjame oler la fragancia del clavel de la ventana de mi madre,
observar su sombra, gozar de su rastro por la casa, por el patio.
Déjame que beba del encanto de un amanecer,
al cobijo del sol de tus ojos en llamas…
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