Miro una flor, es una orquídea blanca, con un interior de color lila, parecido a aquella que mi madre llamaba “una boquita de conejo”. Es preciosa, parece mentira cómo se ha podido plasmar tanta belleza, pero no sólo ahora que ya alcanzó su realización sino todo el proceso... emerge entre las hojas un tronco firme, enérgico, de donde van saliendo, poco a poco, pequeños capullos que se van hinchando hasta mostrar, con generosidad, toda su gran hermosura.
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