Es verdad cuando dicen aquello de que una canción se convierte en una persona, en un recuerdo que conlleva presencia inmediata… Pero no sólo una canción, también un aroma, un color, un árbol, un paseo, un amanecer, una tarde parda y fría de invierno, como diría el poeta, donde su naricilla roja entre el vaho que producen los fríos, son mi más grato y emergente recuerdo de mi amado amor… Y quien no recuerda la tarde del vestido verde, el bar de la esquina, la puesta del sol, la luna llena...
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