Me gustaba estar solo para pensar en ella,
y perderme en la ciudad, o en la frondosidad del bosque.
Me gustaba andar sin saber dónde,
para acomodar los destinos a los pensamientos.
Era como un director mal definido, sin saber a ciencia cierta…
cómo van los derroteros que conducen los suspiros.
Allá en la estación, donde parece que conocen los destinos,
mi alma para, duda, y los trenes pasan, pasan, pasan, pasan...