Era mi profesora de literatura en la Escuela Normal del Magisterio en Tarragona, era genial, con todas las virtudes y defectos de los genios, pero yo esperaba sus clases ante la expectativa del nuevo gozo a vivir. Ella contaba cuatro cosas del autor de turno, alguna referencia a la época y, después, se recreaba en la explicación de alguna de sus obras más significativas, y yo seguía sin pestañear hasta el timbre de salida y con aquella sensación de que siempre te quedabas con ganas de más. Gran profesora, una vez me puso un diez en un examen, fue genial...
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