Aquel chillido agudísimo de una niña de segundo me ponía histérico pero conseguí entender y apaciguar, ya que sólo lo hacía en sus momentos de máxima felicidad. No sé si tendrá mucho que ver pero pienso en los fuertes abrazos de mis padres y que me sentía como muy prieto, y que más tarde comprendí, con gran placer, toda la estima y la magnanimidad que atesoraban. Asociar el grito de una niña con el puro abrazo de mis padres es como hablar de la autenticidad, de la más noble expresión de los sentimientos naturales.Ternura infantil, amor de padres.
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