Recuerdo de niño que mi padre tenía efectos cómicos… A veces nos mostraba su contento y se ponía a cantar alguna canción de Carlos Gardel, de Antonio Molina o de Angelillo, hasta que algún gallo inoportuno nos llevaba a la risa entrañable, natural y sana felicidad. Otras veces, en lugar de cantar, nos recitaba "Por entre unas matas, seguida de perros, no diré corría, volaba un conejo…” o aquello de "Las brisas suaves de un mayo florido, que mecen las aves canoras del nido…” y aquí no nos reíamos… mi madre y yo aplaudíamos felices su espontánea actuación.
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