En mis tiempos de profe, sobretodo en los primeros años en los que pretendes arreglar el mundo, observando los comportamientos de mis alumnos me gustaba imaginar cómo funcionaban sus familias. Solía equivocarme poco en mis deducciones y, como era preceptivo tener un mínimo de tres entrevistas por curso con los padres, terminaba de hacerme una idea del niño que íbamos formando. Había, por supuesto, alguna sorpresa que, por exceso o por defecto de celo, distorsiona mi visión, pero la mayoría de alumnos son un reflejo diáfano de los funcionamientos familiares. Gozo de recordar mis tiempos de profesor...
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