El mundo tantas veces maravilloso, puntualmente es un valle de lágrimas. Me cuentan que, cuando terminó el estado de alarma, estalló una especie de estruendo, la calle se llenó de coches y el bullicio botellero hizo estragos… No entiendo nada, por mucho que me lo cuenten o por muy bien que me lo expliquen, hay gente que salió disparada de su supuesta cárcel y, sin ningún respeto a nadie, ni a ellos mismos, se quitó la mascarilla, olvidó las distancias… ¡Miserias humanas!
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