Mi madre le encargó a un carpintero, vecino y amigo, una carretilla de madera, una verdadera obra de arte artesanal. A cambio, ella le hizo un par de pantalones… y todos tan felices. Mi tío Benjamín solía ir por detrás de la casa, para hacer ruidos, vaciar la hierba de los capazos y depositar los regalos que nos habían dejado sus majestades los Reyes Magos de Oriente. Santa inocencia, bendita inocencia, gloriosa felicidad total…
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