Cierro los ojos, veo a mi madre, en la cocina, huelo aromas... de niñez, de madre, únicos, deliciosos, irrepetibles. Aquella sopa que olía que alimentaba, la variedad y exquisitez de sus arroces, no importa mucho lo que hiciera, cuando yo llegaba de la escuela, siempre olía a buena y sana comida. Cierro los ojos y veo a mi padre, a mi madre, y yo en el medio, tan ricamente feliz…
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