El río Segre baja nerviosillo entre las piedras,
se blanquean las sombras, es hielo puro,
por no haber, no se ve animal de ningún género.
El paisaje es gélido, hermoso, se huele a limpio,
se palpa una paz blanca, se sueña en un paseo a caballo,
en la casa con una hermosa y encendida chimenea...
y una no menos hermosa compañera
esperándote con un cargado y humeante café.
Es un enero de fríos gélidos...
de almas tibias y corazones muy, muy ardientes...
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