Cejijunta y cabizbaja, como diría el poeta, la vi sentada en un banco cercano al mar. De su cara de ángel rubio asomaba una lágrima, como queriendo certificar todo el desaguisado que se proclamaba con toda la solemnidad mostrada. Le habían dado plantón, me dijo, y no entendía nada, no razonaba, no comprendía, al parecer estaba llena, totalmente impregnada de feroz ausencia…
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