Aquellos tiempos en los que pretendía acelerar el amanecer
porque la noche se hacía interminable…
Aquellos días en que le recitaba mis poemas a la luna para su aprobación,
por si ya estaban a punto de tener una sensibilidad como la tuya…
Aquellos momentos del contacto, con sonrisa y café,
donde ya nada parecía importante, tu presencia lo llenaba todo,
incluso superando la magia de la esperanza de verte…
Aquellos tiempos eternos de siempre…
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