En mi valoración aprecié sus silencios,
sugerentes, oportunos, estratégicos,
sabía escuchar más allá de las arengas
y de los suplicios oratorios,
y tenía el don de la oportunidad
para intervenir con lucidez y contundencia,
con toda la firmeza que tiene la humildad y la verdad.
Me encantaban sus silencios,
que emanaban luz por todas partes,
y cuando por fin hablaba...
se hacía como una música angelical de afinidades,
donde la gente escuchaba la placidez del sentido común,
explicada con sólo aquella calidad... que lo ponía al abasto.
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