Amores de verano, continuos, diferentes, de una adolescencia supina, de aquellos que acaban cuando acaba el verano, o quizá no empezaron, o a lo mejor no fueron... Y después el amor de invierno, más sensato, más normal, más natural, la niña del pueblo, la niña de siempre, la auténtica, la de la cara del color de la manzana que va madurando y adquiriendo el sabor de las delicias... mi niña preciosa, si es que hay niñas de nadie.
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