Suelo andar a la sombra del muro que separa la vía del tren y la calle que ladea el pabellón polideportivo y la escuela del Serrallo. De él suelen salir algunas hierbas con más o menos fuerza, pero hoy me ha sorprendido una ramita de unos treinta centímetros y, al final de la misma, una mini margarita blanca, del tamaño de una moneda de veinte céntimos, preciosa, desafiante, columpiándose ligeramente a merced de una brisa muy suave. La reflexión es oportuna y convincente... qué poca cosa necesita la belleza natural, se podría pintar un cuadro que hable de la máxima expresión de la prudencia… yo le pondría protección total.
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