El hombre va cantando solo,
camina despacio, se distrae.
Diría que no ha bebido,
entona bien, con un tímido sensato,
sin alzar la voz.
A veces parece que reza
y levanta la vista al cielo.
Él va delante y yo detrás,
cerca, oreja siempre a punto.
Vamos directos al mismo banco,
nos relajamos, nos saludamos,
quizá a partir de ahora me atreva...
con algún canto a mi amada Teresa.
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