De entre los nublados risueños,
amigos de los matorrales espesos de los bosques,
aparece la luna buscando luciérnagas,
que son estrellas despistadas
que alumbran los caminos que no llevan a Roma.
Mi alma se serena por los olvidos de la vanidad
y suspira con las rosas blancas
la variedad de los colores del amor.
Por entre la calma tibia de mi afinidad contigo,
hago del sueño un despierto genial, vital…
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