No tengo miedo a los fríos,
incluso si conllevan nieves y hielos siberianos,
esto se arregla con calor de hogar,
caldo de la abuela, fuego de leña
y amor del bueno de proximidad.
Teman a los fríos del alma, a la insensibilidad,
al más cruel de los estados como es la indiferencia.
Aquella frialdad del que no siente,
aquel proceder sádico del que parece que gozan
algunas malas personas crónicas…
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