Llamaré a tu alma, emocionado,
y quizá tú sonrisa me abra la puerta,
todo un silencio de afinidad que me invite a entrar,
y así, como si de repente se abriera el cielo,
me veo por fin en la gloria, y allí... la paz y el respeto,
la naturalidad del amor en cada acción,
en cada fe, en cada luz…
En tu luz de labios y ojos se bebe, se capta, se aprecia,
se detecta lo sublime de las delicias superiores.
Llamé a tu alma, emocionado, muy emocionado...
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