Algún día, en el que quería ganarme especialmente la atención de mis alumnos, solía contarles alguna fábula, tenía preferencia por la del peral, aquel al que un muchacho lanzó una piedra y el buen árbol le devolvió una hermosa pera, aprovechando la ocasión para decirles lo hermoso y edificante que es el perdonar... En mi mente tenía la idea aquella de que el errar es humano y el perdonar es divino, pero los niños de diez años son de una sinceridad deliciosamente humana y les cuesta comprender que procede no responder más allá de la ley del Talión. Fabulosos niños...
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