Parece que no está muy acostumbrada a que la miren en los ojos, tiene tanto de buen ver que la mayoría se pierde
por las onduladas prominencias esculturales,
pero yo logré fijarla, sin divagar por las beldades tan evidentes,
le hablé firme, con la suavidad del directo surgido del alma espontánea,
plasmando todos los ciertos naturales del sentimiento más real,
ella se ruborizó, no digirió el momento, no era lo habitual,
no estaba preparada, se tomó su tiempo, maduró temprano...
...y yo seguía allí, cerca, muy cerca de sus ojos.
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