Los halagos, el laurel, el reconocimiento excesivo del pelota de turno, el típico subidón de la gente que tiene gran facilidad para encumbrarte y luego, con la misma facilidad o incluso mayor, se comportan como si fueses un ídolo con pies de barro. No, no me gustan los aduladores, pero hay un tipo de personas que me encantan y, después de hablar con ellos, te dejan con aquella sensación de que eres mucho mejor ser humano de lo que tú te pensabas. Bendita sea la gente positiva que contagia su energía y te hace sentir más valorado y más útil para todo...
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