Mi entrañable y muy estimada amiga Lidia me ha hecho recordar los tiempos en los que se escribían cartas, de aquellas que al leerlas se enrojecían las mejillas. He recordado, sobretodo, a aquel soldado analfabeto, que tenía en clase, cuando hice el servicio militar en Extensión Cultural, y me pidió si le haría el favor de escribir una carta a su novia. Fue algo tierno, bonito, reconfortante, puse lo que me dijo, pero intenté ponerlo de la forma más romántica posible y él me lo agradeció casi con lágrimas en los ojos, estaba muy enamorado, muy buen chico…
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