Mi vecino es un buen hombre, un gran vividor en todo el buen sentido de la palabra. El mejor ramillete de espárragos los recoge él, la cesta más variada y atractiva de setas era la suya, los caracoles más grandes, los vendía él… Cuando unos iban, él ya volvía y nunca, nunca, nos quería decir el sitio, que guardaba como un tesoro. Buena gente el vecino, a veces me regaló alguna cosa, y yo le obsequié con naranjas de mi huerto.
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