Te hizo sonreír mi turbación,
mi ahogo, mis palabras...
más bien entrecortadas,
que tuvieron que improvisar,
más allá y más mejor,
del discurso que el alma escribió
en la paz de la esperanza.
Me puse rojo, me sudaron las manos,
se me aceleró el ser...
y fui más verdad que nunca,
sin protocolo, ni flor en mano,
y tú... sonreías de placer.
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