Ella tenía ese toque sutil de vanidad
que tienen las estrellas de las artes escénicas.
Tenía su ego, construido a base de público entregado,
y se movía con dignidad, entre los aplausos y los laureles.
Era una elegida, el sueño de cualquier envidia que se precie,
el ejemplo y el espejo donde se miraba la joven juventud primera.
Tenía ese toque, más bien de distinción, pero sin malicia…
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