Ella, alguna vez me sonreía,
como en porciones estratégicas,
con mesura, que no con miseria,
pero yo pensaba en aquello de Bécquer:
”Ya que así me sonreís,
sonreídme al menos”...
y cuando lo hacía, me veía impregnado...
de una lluvia de rocíos de estrellas,
y mi alma estallaba en burbujas
que se codeaban con los mejores rocíos,
y todo mi ser era sonrisa...
y la tuya tan preciada mi existencia.
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