¡Qué bellos tus azabaches en rizo,
cayendo en cascada discontinua,
sobre tus hombros de manzana!
¡Qué belleza en tus manos
que inventaron las caricias,
y tienen la forma de los cantos rodados
porque han ejercido con generosidad
los mandatos del alma!
¡Qué hermosura en tus ojos azules,
que mezclaron las esencias
de los mares y los cielos,
y ahora se ven poblados...
de ángeles y sirenas,
más encantadoras que encantadas!
¡Qué belleza en ti,
compendio de sapiencia y luz,
naturaleza en flor!
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