Pensé en no mirarte de reojo
y hacerlo de frente y sin tapujos.
Pero me gustaba tanto contemplarte
desde mi silla estratégica en el aula de psicología.
Me extasiaba gozar de la afinidad complementaria
que tu sonrisa hacía con tus ojos de felina azul.
Un día perdí los miedos, que no los respetos,
y te vi de frente... juro que mejoró mi poesía.
La belleza, cuanto más cerca, más inspira.
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